Desde España se ha ordenado la retirada de 65.000 anuncios de pisos turísticos ilegales en Airbnb, gestionados por particulares sin registro o licencia. Es solo la punta del iceberg: las viviendas vacacionales son un problemón para la crisis de vivienda, para la gentrificación y el turismo masivo. Y también para el vecino de abajo, lo he comprobado en mis propias carnes.
Airbnb se ha quitado la máscara. Lo que empezó como una meca de nuevas oportunidades económicas ha mutado en un negocio incontrolable con consecuencias nefastas para locales, vecinos y ciudades. Los barrios se han gentrificado, el precio del alquiler se dispara y las ciudades se convierten en hoteles, perdiendo su esencia y encanto. Por no hablar de las tensiones entre turistas y vecinos, que a mí me traen de cabeza.
Mi vecino de arriba es un piso turístico...ilegal
Hace varios años que me mudé a Corralejo, un pueblo pesquero encantador de Fuerteventura. Adoro la isla, adoro su gente y adoro sus playas. ¿Sabéis que no adoro? La mala gestión que hace el municipio del problema de los pisos turísticos. El 40% de las casas son viviendas vacacionales, una barbaridad que ha desplazado a la mayoría de la población y que enfurece a los vecinos.
Lo sé bien porque vivo con ello cada día. Mi casa es un chalet pareado con dos plantas, en el que yo ocupo la vivienda baja. La de encima se alquila como piso turístico, pero carece del cartel de Vv con el número de registro, como exige la normativa del Gobierno de Canarias. Dicho de otra forma, no tiene el cartel porque no tiene el permiso.
"Existirá en cada vivienda vacacional, en un lugar visible, un cartel informativo con un número de teléfono de atención, en horario como mínimo de 8.00 h a 20.00 h, que permita resolver cualquier incidencia relativa a la misma, así como teléfonos y direcciones de los servicios de emergencia y sanitarios, redactado al menos en los idiomas castellano e inglés."

La ley es clara al respecto y si este piso no tiene su identificación homologada, es porque el Registro Turístico no se la ha otorgado. Pero funciona igualmente y sin parar, porque tiene turistas todos los días del año. Esto se traduce en maletas rodando a altas horas de la noche, niños trotando hiperestimulados por estar de vacaciones a las seis de la mañana (siguen su horario británico), fiestas, gritos e incluso basura tirada desde su terraza a mi jardín.
He llegado a recoger colillas, papel del wc y hasta pañales sucios. También he tenido que pedir que no lancen comida a mi perro cuando lo ven en el jardín, porque no se lo come y me llenan todo de hormigas. Una explicación que nunca pensé que tendría que dar, la verdad.
Conflictos de convivencia a mansalva
Soy una persona con paciencia y, en varias ocasiones, he hablado directamente con los huéspedes para explicarles que esto no es un hotel. Como si ellos no lo supieran. También he intentado contactar con el dueño real, pero ni está ni se le espera. De hecho, desconozco quién es y la comunidad de propietarios no puede facilitarme su contacto por cuestión de protección de datos.

El colmo llegó una noche, cuando estaba tranquilamente viendo la tele en mi sofá y mi perro se puso a ladrar como un descosido, hacia la terraza. Cuando salgo al exterior me encuentro a un inglés tratando de trepar por la pérgola de madera a su ventana, porque se había dejado las llaves dentro y no quería llamar al responsable del piso turístico. ¿Perdone, señor? Tuve que llamar a la policía y lo solucionaron rápido, pero el susto no me lo quita nadie.
Este episodio en particular no ha vuelto a repetirse, pero los conflictos con los turistas que no respetan las normas comunitarias complican mucho la convivencia. Por no hablar de su uso de los espacios comunes o del agua comunitaria, que ellos tratan como si estuviera incluida en el precio de su vivienda vacacional. Y ahora estamos tranquilitos, pero cuando llegue el verano volverá el problemón.
Detalle de importancia narrativa: el dueño de la casa jamás ha contactado conmigo para pedir disculpas. Solo hablo con él a través de la comunidad (inserte emoji de payaso aquí).
No digo que todos los viajeros sean irrespetuosos o que todas las viviendas vacacionales estén mal gestionadas. Pero intentar comercializar el suelo residencial y hacer negocio del descanso de los vecinos es una vergüenza, un negocio que no debería tomarse a la ligera y una fuente de conflictos que, spoiler, no va a acabar bien.
Fotos | @joseassima, Carteling, @pepatatas.
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