Hace poco, un amigo me dijo que le parecía que chatear era de las pocas actividades sociales que quedaban que todavía se pueden hacer sin consumir. Al menos si obviamos que, para ello, hay que pagar una línea telefónica y usar un aparato electrónico y una app. No obstante, lo de hablar en persona sin gastar de por medio también se está complicando últimamente. La mejor confirmación la encontramos con la que ha liado la Policía Local de Santa Fe.
Recientemente, este cuerpo de policía se ha manifestado en X para pedir que los vecinos de este municipio granadino de unos 15.000 habitantes no salgan a hacer eso tan típico de los pueblos españoles: salirse a la fresca con una silla a charlar con los vecinos. O, al menos, que se retiren si los agentes se lo piden. Esto ha enfadado a mucha gente que, hasta ahora, no se había percatado de hasta qué punto la vía pública es un espacio común regulado.
En principio, esas normas es normal que existan para garantizar la convivencia y seguridad de todos y que los espacios públicos sean accesibles y seguros. Es algo que depende y cambia según las ordenanzas municipales de cada ayuntamiento pero, en general, determinar si invadir la calle con una silla constituye una ilegalidad va a depender de la interpretación que hagan los agentes de dicha ordenanza o de si en realidad esa persona está molestando a los vecinos.
Si pagas por sentarte, no pasa nada. Si lo haces gratis, eres un estorbo
No es de extrañar que la publicación no haya sentado nada bien en un contexto de creciente mercantilización y privatización de lo público. A lo que, además, habría que sumarle la inflación en el precio de los alimentos, una nueva burbuja inmobiliaria en ciernes y que España es uno de los pocos países del mundo en el que los salarios reales no se han incrementado en la última década. Así que, consumir menos y optar por actividades gratuitas y comunitarias es ya un acto de resistencia o de revolución silenciosa.
Aunque la restauración tiene una función social que es reconocida y necesaria, pero en muchas ciudades, sobre todo turísticas, las aceras ya no parecen para pasear, sino para que quepan más mesas. El modelo urbano actual parece premiar el consumo y castigar lo gratuito. En muchas calles, ya no hay bancos donde sentarse ni sombra si no es con una sombrillas de bar. El mobiliario urbano desaparece o se vuelve incómodo (bancos inclinados, asientos individuales) para evitar “malos usos” como que se acuesten los sintecho y que acaban desfavoreciendo la interacción social.
Así, las tradiciones vecinales, como sacar la silla al fresco o jugar una partida de cartas al aire libre, se van perdiendo en favor del modelo terraza-caña y se desdibuja el tejido comunitario. Así que es normal que las redes sociales se encendieran por la contradicción evidente de que no haya ningún problema con que los bares puedan ocupar aceras enteras con sus terrazas, pero que las vecinas que sacan su silla de plástico a charlar al fresco sean un “problema”.
Los espacios públicos no pueden dejar de ser lugares de encuentro entre personas diferentes, más allá de cuál sea su poder adquisitivo o de si pueden o no permitirse sentarse a una mesa para consumir mientras conversan o pasan el rato. Por lo tanto, es normal (e incluso positivo) que a la gente le moleste que vengan a tocarle una tradición que es importante preservar porque fomentan la comunidad sin basarse en el consumo. De este modo, negarse a pasar por el aro, no gastar, apretarse el cinturón, tirar de lo que hay puede ser también una forma de cuidar lo colectivo. A continuación, algunas ideas para para ponerlo en práctica:
Cosas por las que (todavía) nadie te cobra
- Pasear sin rumbo (de hecho, esto tiene hasta nombre: flânerie)
- Hacer un picnic
- Ir con los niños al parque
- Comer pipas en un banco
- Hacer deporte, taichí, yoga, correr o ir en bici
- Patinar, jugar a la petanca, al fútbol o al baloncesto (si hay instalaciones públicas decentes para ello, claro)
- Leer un libro
- Tocar música (donde esté permitido)
- Ir a eventos gratuitos que organize el ayuntamiento (importante estar siempre al día de la agenda)
- Observar los pájaros, los perros que pasan, el atardecer o las estrellas
- Cuidar de pequeños huertos vecinales o jardines colaborativos
- Hacer trueque de libros, ropa o juguetes en puntos comunitarios (si no conoces ninguno, organízalo tú)
- Participar en asambleas vecinales
- Meditar o sentarte a hacer ejercicios de respiración
- Hacer fotos
- Escribir o dibujar en una libreta
- Ensayar teatro o poesía con un grupo
- Jugar a las cartas, el parchís, dominó o echar una partida de ajedrez
- Enseñar juegos tradicionales a los niños: rayuela, escondite, cuerda, canicas...
- Practicar malabares, hula hoop, slackline en el parque (sin molestar, claro)
- Tomar el sol en la playa o incluso en el río
- Beber agua de una fuente de agua potable
- Ensayar una coreografía de k-pop con tus amigos
Foto de portada | Pastor Cornejo Márquez y Antonina Blakytna
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