Nacho Viñau
EditorLos balnearios están de moda, no tenemos ninguna duda. Lejos quedan aquellos tiempos en los que ir a un centro termal era algo demodé e incluso casposo. Hoy, estos centros se han puesto las pilas al asociar su imagen con el bienestar y el cuidado personal y se han convertido en una opción ideal para planificar una escapada para desconectar y mimarse un poco.
Opciones, hay muchas. Desde los que recrean ambientes que parecen sacados de la Alhambra de Granada hasta los que, como Panticosa, se levantan entre las altas cimas del Pirineo rodeados de nieve. O los que sitúan en la Cornisa Cantábrica, rodeados de historia, naturaleza y cosas ricas para comer. Este es el caso del Balneario de Puente Viesgo, uno de los centros termales más icónicos de todo Cantabria.
Situado en el Valle del Pas, Puente Viesgo es un destino imprescindible para cualquier visitante que se acerque hasta Cantabria. Seguramente, esta localidad te sonará porque es mundialmente famosa por sus sobaos pasiegos y por la quesada, además de por contar con unas cuevas de visita obligada, las de Monte Castillo. Declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2008, estas cuevas son un tesoro arqueológico de fama internacional gracias a sus pinturas rupestres.
Un balneario con historia
Más allá de los sobaos o del arte paleolítico de sus cuevas, el nombre de Puente Viesgo ha estado asociado desde tiempos inmemoriales al termalismo gracias a sus aguas sulfurosas. Hay indicios de que esas aguas fueron utilizadas por los romanos, y en 1766 ya existía una caseta de baños sobre el manantial. El balneario, fue creado en 1843, y no paró de crecer a lo largo del siglo XIX alcanzando fama a nivel nacional.
Tras una época dorada en la que el balneario recibió la visita de personalidades como el Marqués de Comillas, Benito Pérez Galdós o Marcelino Menéndez Pelayo, el centro termal cayó en una época de decadencia y casi abandono, hasta que a finales del siglo XX el empresario cántabro Manuel Pérez Mazo se hizo con la propiedad y comenzó a trabajar para devolverle su antiguo esplendor.
El Templo del Agua y la Cueva Termal, los principales atractivos
Las aguas del manantial son aguas de mineralización media con un marcado predominio de los iones de cloruro y sodio . Su temperatura en el punto de surgencia es de 33,8º C, es decir, son aguas hipotermales. Y son ideales para tratar problemas cardiovasculares (desde piernas cansadas a insuficiencia venosa crónica, varices o hinchazón de piernas), problemas respiratorios como la rinitis, sinusitis, otitis, o el asma.
También sirven para tratar problemas reumatológicos como dolores de espalda y contracturas musculares, problemas inflamatorios como artritis y reumatismos o procesos degenerativos como la artrosis, la fibromialgia o la osteoporosis.
Para aprovechar esas propiedades, el Gran Hotel Balneario ofrece múltiples instalaciones para disfrutar de las propiedades del agua, entre las que destacan el Templo del Agua, un circuito termolúdico con piscinas de flotación ríos contracorriente o zonas de relax, además de distintos jacuzzis a distintas temperaturas o las camas de agua, sin olvidarnos del circuito de sauna o de la sala de relajación a través de los aromas, los colores y la música.
Entre sus instalaciones, destaca también una Cueva Termal, conocida como Circuito Cántabro, que se ha convertido en la favorita de quienes visitan este balneario al tener un diseño inspirado en las cuevas y en las pinturas rupestres del cercano monte El Castillo.
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