Para muchos, Ray Bradbury es simplemente el maestro de la ciencia ficción, autor de la distópica ‘Fahrenheit 451’ publicada en 1953. Para otros, era escritor de fantasía y para el resto, puede ser la persona que redefina la creatividad. En una entrevista con James Day, que pertenece a la serie Day at Night grabada en 1973, Bradbury protagoniza una conversación de esas que te dejan pensando durante días. Day afirmaba que creció creyendo que fantasear era lo mismo que soñar despierto, con la connotación negativa que siempre acompaña ese pensamiento: es de vagos. “Sé que no consideras la fantasía como tal”, afirmaba Ray. Su respuesta fue sincera y una lección de vida.
¿Fantasear con algo malo? No, y es una pena que este concepto se haya extendido, porque siempre he afirmado que la capacidad de fantasear es la capacidad de sobrevivir, y la capacidad de fantasear es la capacidad de crecer. Niños y niñas de 10, 11, 12, 13 años, incluso durante el momento más importante del día, o sobre todo por la noche antes de dormir, sueñan con convertirse en algo, con ser algo. Así que, de niño, empiezas a soñar con una forma. Y luego corres hacia el futuro e intentas convertirte en esa forma. Y cuando tenía 10, 11 y 12 años, empecé a soñar con ser escritor. Y el resto de mi vida ha consistido en moldearme a esa etapa de la infancia. Fantasear ha sido muy creativo para mí.
La creatividad y su mayor enemigo: pensar
Sin duda uno de los puntos más interesantes de la entrevista llegaba al hablar de la creatividad y de su forma de trabajar, de la que podemos aprender mucho. La psicóloga Sandi Mann asegura en su libro ‘El arte de saber aburrirse' que para tener un pensamiento creativo debemos tener tiempo para que nuestra mente divague y se aburra. Para Bradbury, lo que mata la creatividad es pensar demasiado. No fue a la universidad y afirmaba no creer en ella para los escritores, dándole más importancia a lo que realmente tenemos dentro.
Creo que es muy peligroso. Creo que muchos profesores son demasiado testarudos, demasiado esnobs y demasiado intelectuales. El intelecto es un gran peligro para la creatividad. Un peligro terrible porque empiezas a racionalizar e inventar razones en lugar de aferrarte a tu verdad fundamental: quién eres, qué eres, qué quieres ser. Llevo veinticinco años con un cartel sobre mi máquina de escribir que dice: «No pienses. Nunca debes pensar en la máquina de escribir». Debes sentir. De todas formas, tu intelecto siempre está sepultado en esa sensación. Recopilas muchos datos. Piensas mucho lejos de la máquina de escribir. Pero frente a la máquina de escribir, deberías estar viviendo. Debería ser una experiencia viva, así como cuando estoy aquí contigo, hablándote, me haces todo tipo de preguntas. No tengo tiempo para pensarlas. Puedo reaccionar ante ellas. Intento decir cosas significativas como reacción. Si me detengo a pensar demasiado, ambos nos quedamos dormidos. Y eso también puede pasar con la máquina de escribir.

El autor afirmaba que la magia y el verdadero talento siempre surgen de nosotros. En el proceso creativo, Bradbury afirma que lo que deberíamos intentar como personas creativas es sorprendernos a nosotros mismos y tratar de no mentirnos, descubriendo quiénes somos. En este proceso, pensar debería ser una forma de corregir y no el centro del proceso creativo.
Intenta decir la verdad siempre. La única manera de lograrlo es siendo muy activo y emocional, y sacándolo de dentro. Haciendo listas de las cosas que odias y de las que amas, y luego escribiendo sobre ellas intensamente. Cuando termines, podrás pensar sobre ello. Podrás analizarlo y decir: "Bueno, funciona o no funciona. Algo falta aquí". Y luego, si falta algo, lo reevaluamos y lo reemocionalizamos para que todo encaje. Pero pensar debe ser un correctivo en nuestra vida. No ser el centro de nuestra vida. Vivir debe ser el centro de nuestra vida.
Se supone que el ser es el centro, con correctivos alrededor de los cuales nos sostiene, como la piel contiene nuestra sangre y nuestra carne. Pero nuestra piel no es nuestra forma de vida. Nuestra forma de vida es la sangre que bombea por nuestras venas, la capacidad de sentir y conocer. Y el intelecto realmente no ayuda mucho en eso. Deberías dedicarte a vivir.
Ese “no pienses” suena extremo, pero el pensamiento viene antes o después del acto creativo. En el momento de escribir, solo hay que sentir porque es la única forma de que la creatividad sea genuina y se transforme en arte. El intelecto, según él, es como la piel que contiene y da forma, pero no es la sangre que hace latir el corazón. Por desgracia, en los tiempos que corren pensar demasiado es algo común que podría tener efectos muy negativos en tu salud mental y tus relaciones.
Si no hay emociones, no hay arte
Para Bradbury el verdadero arte es una respuesta emocional directa, sin necesidad de explicaciones, como ocurre con la buena música. “Si no hay sentimiento, no puede ser gran arte”. Y el lenguaje puede usarse como un instrumento completamente emocional que revele cosas de ti que no conozcas, y hay que usarlo como arma precisamente para eso. El autor afirma que el personaje de Montag en la novela ‘Fahrenheit 451’, es él descubriéndose a sí mismo. A través de su personaje, Bradbury aprendió a leer su propia vida y a encontrar sentido en las ideas.
En realidad, hay facetas de nuestro carácter que son destructivas, y si las sacas a la luz, encuentras maneras de ser creativo. Así, el personaje de Montag es un totalitario que descubre que está quemando no solo libros, sino ideas. Y entonces emprende la búsqueda de redescubrirse a sí mismo y descubrir cómo vivir a través de la lectura.
Sin duda esta entrevista es brillante y nos aporta, aún habiendo pasado ya medio siglo, una visión más verdadera de la creatividad como un lenguaje visceral que nos rompe y nos cose. Ahora solo tenemos que ponerlo en práctica y hacer eso que proclama Bradbury: no pensar, solo crear.
Fotos | Flickr 06 World Fantasy Con III 1977 Ray Bradbury firmando, Estée Janssens en Unsplash, Colección fotográfica de Los Angeles Times en la biblioteca de la UCL via Wikimedia commons
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