La resiliencia de un niño se basa en la resiliencia de los adultos que lo rodean. Somos el modelo a seguir por nuestros hijos, un concepto basado en el aprendizaje por imitación que enmarca la Teoría del Aprendizaje Social y que nos explica que los niños ven en los adultos comportamientos y conducta que repiten. Por ejemplo, un niño que vea a sus padres leer habitualmente es más probable que se aficione también a la lectura. Ahora entonces la pregunta que nos tocaría hacernos si volvemos al deseo de que un niño sea resiliente es cómo, como adultos, desarrollamos la resiliencia.
La amistad, imprescindible para la resiliencia de los niños. No solo hablamos de que un niño necesite desarrollar amistades para que su resiliencia se desarrolle también. La experta en crianza Jennifer Breheny Wallace explicaba en TED2025 Humanity Reimagined que para que un niño sea resiliente sus padres necesitan amistades significativas ya que “la resiliencia de los adultos se basa en la profundidad y el apoyo que brindan nuestras relaciones”.
Como veíamos antes, los niños aprenden por imitación, Es decir, las amistades profundas que tenemos cuando somos padres son factores cruciales que contribuyen a criar niños resilientes. La autora de ‘Never Enough’, superventas del New York Times, aseguraba que cuando un niño te ve “apoyando a un amigo, o viceversa, le demuestra que parte de la resiliencia es crear una red en la que está bien pedir ayuda”.
El riesgo al ser padres: descuidar las amistades. A medida que aumenta el tiempo que pasan con sus hijos, se reduce la media de las amistades cercanas de estos padres. Es cierto que cuando se tiene un hijo y el tiempo se reduce, hay un riesgo de que dejemos a un lado las relaciones sociales y los amigos, llegando incluso a perder amistades. De hecho es común sentirse socialmente aislado después de tener un bebé como le ocurre al 68 % que se sienten distanciados de sus amigos, colegas y familiares tras el nacimiento de un hijo. En el caso de las mujeres, más del 90% se sienten solas después de tener hijos. Para evitar ese sentimiento de soledad y además fomentar la resiliencia de nuestros hijos, es necesario priorizar activamente las amistades, especialmente cuando ya ha pasado ese primer período de la crianza y nuestros hijos no son bebés.
Tener amigos nos hace más felices y mejores padres. Necesitamos amigos en todos los momentos de nuestra vida, también cuando hemos decidido formar una familia con hijos. Hay estudios que afirman que existe una relación directa entre amistad y esperanza de vida, y que si lo medimos en valores de felicidad, la amistad representa casi el 60% de esta. Para la universidad de Harvard, las relaciones son la clave de la felicidad, pero seguimos creyendo que son más importantes las relaciones románticas y familiares que las amistades.
Se ha comprobado que las relaciones de amistad aumentan la sensación de conexión, pertenencia y propósito, reducen tu estrés y mejoran la confianza y la autoestima. Harvard ha demostrado incluso que las personas con fuertes lazos sociales tienden a tener una mejor salud física y una mayor longevidad, y los lazos sociales pueden reducir las muertes entre las personas que padecen enfermedades con alto riesgo de mortalidad.
Wallace asegura en el podcast de la TED2025 Humanity Reimagined que “necesitamos a una, dos o tres personas en nuestras vidas que nos conozcan íntimamente, que puedan ver cuándo estamos pasando por momentos difíciles y que nos den la mano y nos pongan la máscara de oxígeno”. Amistades a las que podrías llamar en mitad de la noche como explicaba el psiquiatra estadounidense y profesor de la Universidad de Harvard Robert Waldinger, y que suponen una amistad más significativa de la que sin duda nuestros hijos aprenderán mucho.
Cultivar este tipo de amistades, aunque hayamos sido padres, es imprescindible para nosotros y nuestros hijos.
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