Aunque creamos que las preguntas que les hacemos a los niños no tienen mala intención, pueden fomentar autopercepciones negativas y generar ansiedad en ellos. Los abuelos, que en España se encargan de cuidar a sus nietos varios días a la semana, son algunos de los que más preguntan a sus nietos. Quieren saber más, interesarse por ellos, pero puede que sin darse cuenta esa pregunta haga más mal que bien según la psicología. ¿Significa eso que seamos malos abuelos o malos padres? Por supuesto que no, pero podemos evitarlas y eliminar así la posibilidad de que los niños se sientan mal.
¿Tienes novio/a?
No solo hay que evitar preguntarla a un niño o adolescente. Esta pregunta debería estar desaconsejada en prácticamente el 100% de los casos. Si hablamos de un niño, y según los psicólogos Mireia Orgilés y José Pedro Espada, puede influir en la manera en que se relacionan con sus amigos. “Con esas preguntas les transmitimos la idea de que los niños y las niñas no pueden tener una relación de amistad”, y además damos por sentada una sexualidad que puede que ni se haya despertado en ellos y que se reduce a la heteronormatividad, sin tener en cuenta los demás tipos de sexualidad que existen.
¿Por qué eres tan tímido?
La timidez es normal en niños, tal y como explicaba el psicólogo infantil Juan Pedro Valencia, y suele pasar “en cuanto se produce la integración y superación de la ansiedad que se genera en ciertos casos”. Pero si preguntamos al niño por ello, puede que generemos un problema que no existe. Lejos de ser una pregunta inocente, puede hacer que el niño sienta que algo falla y hacerle sentir menos seguro. Cualquier etiqueta a un menor que aún no tiene formada su personalidad, es peligrosa.
¿No eres demasiado mayor para eso?
El Dr. Joe Vaccaro explicaba en Parade que "cuestionar los hitos del desarrollo de un niño puede generar vergüenza y hacer que sienta que necesita apresurarse a crecer, incluso si disfruta haciendo esas cosas, como jugar con ciertos juguetes o necesitar un abrazo de sus padres". Si a un adulto no se la haríamos ni juzgaríamos sus gustos, lo ideal sería que con un niño tampoco lo hiciéramos.

¿Por qué no puedes ser como tu hermano/a?
Don Quijote preguntó en una ocasión “¿es posible que vuestra merced no sepa que las comparaciones que se hacen de ingenio a ingenio, de valor a valor, de hermosura a hermosura y de linaje a linaje son siempre odiosas y mal recibidas?”. Han pasado más de cuatro siglos pero las comparaciones siguen siendo odiosas y hacerla con un niño puede dañar gravemente su autoestima y generar resentimiento. La psicóloga Mariana Martínez afirma que el niño “pierde la noción de su valor intrínseco, aquel que tiene por ser él mismo. Se sentirá inseguro, incapaz, inútil y, desde luego, menos amado”.
Los expertos aseguran que fomentar la colaboración en lugar de la competencia tiene efectos mucho más positivos y podemos valorar a cada niño de forma independiente sin compararle (ni negativa ni positivamente), con otros.
¿Qué quieres ser de mayor?
Todos hemos preguntado esto a un niño y no es una mala pregunta por sí sola. Es una pregunta ingenua que puede ser hasta un automatismo que usamos cuando no sabemos de qué hablar con el niño y queremos saber algo de sus intereses, pero puede ser recibida con presión sobre todo si el niño es más mayor. Según explicaba a El País Tristana Suárez, psicóloga y terapeuta Gestalt, “puede recibir esta interpelación sobre su futuro con la connotación de 'tenlo claro ya', 'defínete' o 'por qué no lo sabes', lo que puede provocar angustia cuando no se sabe la respuesta”.
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