Cuando me fui a vivir a la casa de mi ex hace más de 15 años, él no parecía ni saber pasar la fregona. Me encargaba de limpiar, comprar, cocinar y recoger. Él parecía un bebé de cuna que alegaba una y otra vez que “no sabía” hacer cosas como doblar las camisetas. Sí, doblar las camisetas. Durante más de una década le enseñé una y otra vez y no pareció aprender porque en realidad le falta algo imprescindible en la corresponsabilidad: voluntad.
La psicóloga experta en relaciones María Esclapez explicaba en uno de sus últimos contenidos en redes sociales precisamente eso, una realidad en muchas casas: ellas saben hacer las tareas domésticas y ellos parecen estar siempre aprendiendo. “Nosotras no nos encargamos de la crianza y las tareas domésticas por libre elección o por querer controlarlo todo”, explicaba. “Esta es una carga que asumimos porque alguien tiene que asumirla, y nosotras sabemos hacerlo y ellos parece que siempre están aprendiendo”.
Según Oxfam, el 37% de las mujeres frente al 5,6% de los hombres se encargan del cuidado de los hijos. El 53,1% de las mujeres pone la lavadora frente al 13,3 % de los hombres. El 45 % de las mujeres limpia la casa frente al 9,9 % de los hombres y en cuanto a las comidas, el 46% de nosotras nos encargamos frente al 18,9% de ellos.
Esa desigualdad frena el desarrollo profesional y la autonomía económica de las mujeres y afecta a su salud mental, a pesar de que esas tareas "son las que sostienen la vida", según la autora del informe Julia García. "Se penaliza a quienes las llevan a cabo con una sobrecarga desproporcionada e invisibilizada". García decía en El País que “cuidar genera satisfacción, pero también cansancio y frustración”, y nosotras seguimos entregándonos del cuidado y las tareas domésticas en casa.
Esclapez apunta que a la mayoría de nosotras nadie nos enseñó explícitamente, sino que aprendimos viendo a nuestras madres. “Aprendimos por imitación, por presión cultural y por supervivencia emocional. Básicamente porque era lo que se esperaba de nosotras”, aseguraba. Como bien apuntab en The Conversation Olaya Fernándes Guerrero, profesora de Filosofía de la Universidad de Oviedo, “las expectativas y las exigencias cambian en función del sexo, y esto influye en la educación recibida en el entorno familiar y en los resultados del proceso”. Nosotras sí hemos tenido ese aprendizaje y estamos habituadas a gestionar un entorno doméstico, lo que perpetúa las desigualdades de género.
¿Significa eso que deben salir aprendidos de casa de sus padres? No tiene por qué. Ellos pueden aprender y equivocarse en el proceso, pero “nosotras no podemos seguir pagando el precio emocional y mental del proceso”, explicaba Esclapez. “No es justo que nosotras seamos parejas, madres, maestras y correctoras”, señalaba, y proponía algo: “Lo que se necesita es voluntad de aprender de verdad y asumir tareas sin la necesidad de que nadie las delegue”. Como bien dice Esclapez, “no soy tu maestra, soy tu pareja”. Ojalá hubiera visto este vídeo hace unos años cuando la carga del hogar, al completo, pesaba sobre mis hombros. Me habría ayudado a ver las cosas de otra manera con mi ex.
Fotos | Aquí me bajo (RTVE)
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